Ser rápido no es lo único que vale, también ser el primero que sale. lo demuestra esta pequeña historia que guardara bien en la memoria. La vivieron una liebre y una tortuga. Esta pregunto con frescura:
-¿ Ves aquel árbol de allí ?
A lo que la tortuga contesto que si. -Llegare a él antes, estoy segura reto la liebre ala tortuga. -¿ antes que yo? ¡ es ridículo! - replico y con que gana la liebre se rió. -te digo que puedo - la tortuga concluyo.
En la salida se colocaron muy dispuestas, llegar la primera al árbol era la apuesta. (Ni el premio ni el árbitro os diré, siempre los hay en estas pruebas, pero la verdad es que no lo se) La liebre podía hacerlo sin tener que correr. Tranquilamente podría ir y volver, era una victoria fácil de obtener prefirió la liebre descansar y ver a la tortuga caminar. Tras la siesta algo de hierba comió, y el tiempo dejo pasar y el viento comprobó. La tortuga iba tan rápido como podía, pero un un kilómetro al año hacia, todo lo que le permitía su cuerpo, se oían sus resoplido por el esfuerzo, pero la liebre entreteniéndose seguía, porque sabía que fácilmente ganaría. Silbo una melodía, ISO el pino, miles de cosas, menos su cometido. al ver a la tortuga cerca de la meta, salio disparada como una flecha. A toda mecha la liebre corrió. más de muy poco le sirvió, aun que fue a veloz paso, la tortuga ya había ganado. - Te he dicho que ganaría, (verdad) No se de que te vale tu gran velocidad, ni se como te arreglaría con una casa como la mía - dijo la tortuga luciendo una sonrisa.
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